domingo, 24 de abril de 2011

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD


 Fue como descubrir el premio en una caja de cereales, o encontrar una pequeña perla en una caja de botones –o descubrir un billete de diez dólares en un cajón lleno de papeles viejos.

Fue lo suficientemente pequeño para pasarlo por alto. Sólo tres pequeñas palabras. Sé que he leído ese pasaje cien veces. Pero nunca lo había visto. Tal vez lo pasé por alto en la emoción de la resurrección. O quizás por ser Marcos el más breve de los cuatro evangelistas en su relato de la resurrección, posiblemente no le prestaría demasiada atención. O tal vez, puesto que está en el último capítulo del evangelio, mis ojos fatigados habrían siempre leído muy rápido como para notar esta corta frase.

Lea los primeros cinco versículos que hablan de la sorpresa de las mujeres cuando encontraron removida la piedra y puesta a un lado. Luego alégrese en esa hermosa frase dicha por el ángel “Él no está aquí, ha resucitado”, pero no se detenga allí demasiado tiempo. Avance un poco más. “Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que Él va delante de vosotros a Galilea”.

¿Lo vio? Me gustaría parafrasear las palabras: “No se queden aquí, vayan a sus discípulos –una pausa, luego una sonrisa- ¡y digan especialmente a Pedro! que Él va delante de ustedes a Galilea”. ¡Qué línea esta! Es como si todos los cielos hubieran visto la caída de Pedro –y es como si todos los cielos hubieran querido ayudarlo a levantarse de nuevo. “Estén seguros y díganle a Pedro que él no ha sido dejado a un lado. Díganle que una caída no significa que todo se vino abajo”.

¡Increíble! No se maraville que lo llamen el evangelio de la segunda oportunidad.

No existen muchas segundas oportunidades  en el mundo de hoy en día. No hay muchas segundas oportunidades. Ahora, más que nunca, es “ahora o nunca”. “Aquí no toleramos la incompetencia”. “No hay mucho espacio en la cima”. “Tres golpes y usted queda afuera”. “¡Este es un mundo de perro-come-perro!”.

Jesús tiene una simple respuesta a nuestra manía masoquista. “¿Es un mundo de perro-come-perro?”, diría Él. “Entonces no viva con los perros”. Suena bien, ¿verdad? ¿Por qué dejar a un puñado de otros fracasados decirle cuán fracasado es usted?

Seguro que entre ellos usted tiene una segunda oportunidad. Sólo pregunte a Pedro. En un minuto se sintió más bajo que una serpiente arrastrándose, y en el siguiente minuto se sintió más sucio y egoísta sobre la tierra. Pero hasta los ángeles querían que este aturdido lanzador de redes supiera que no todo estaba terminado. El mensaje vino alto y claro celestial Salón del Trono, a través del divino mensajero. “Estén seguros, y díganle a Pedro que él tiene que batallar otra vez”.

Los que conocen este tipo de cosas dicen que el Evangelio de Marcos fue escrito en base a las notas dadas y transcritas de los pensamientos de Pedro. Si esto es verdad, entonces fue Pedro mismo quien incluyó estas palabras. “y a Pedro”. Y si éstas son realmente sus palabras, yo no puedo sino imaginarme que aquel viejo pescador tuvo que limpiarse una lágrima y tragarse un nudo en la garganta cuando llegó a este punto de la historia.

No son todos los días cuando usted logra una segunda oportunidad. Pedro debe haber sabido eso. La siguiente ocasión que vio a Jesús estuvo tan excitado que no pudo contener sus emociones y hubiera querido saltar a las frías aguas del mar de Galilea. Fue también suficiente, así dicen ellos, para hacer que este galileo llevara el evangelio de la segunda oportunidad por todas partes.

Hasta Roma, donde lo mataron. Si usted nunca se ha preguntado qué haría que un hombre quiera ser crucificado con la cabeza para abajo, tal vez ahora sabe la respuesta.

No todos los días usted encuentra alguien que le dará una segunda oportunidad –mucho menos alguien que le dará una segunda oportunidad todos los días.

Pero en Jesús, Pedro encontró las dos cosas.

Alvaro Serna M.

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