sábado, 23 de abril de 2011

NO SE PUEDE SER NEUTRAL


Es viernes por la mañana. La noticia está corriendo por las calles de Jerusalén como el fuego en un bosque seco. “¡Están ejecutando al Nazareno!” Desde el pórtico de Salomón hasta la puerta de oro la gente pasa la voz. “¿Han oído? ¡Han agarrado al Galileo!” “Yo sabía que Él no iría demasiado lejos”. “¿Lo han apresado? ¡No lo creo!” “Dicen que uno de sus hombres lo ha entregado”.

Nicodemo está a punto de desertar de su grupo.
Las tumbas van a abrirse con un ruido seco.
Un terremoto sacudirá la ciudad.
Las cortinas del templo  serán rasgadas en dos.
Sacudimiento, aturdimiento, confusión.

Unos pocos lloran. Unos pocos sonríen. Unos pocos suben a la colina para observar el espectáculo. Unos pocos están irritados porque la santidad de la pascua está siendo violada por un puñado de activistas sociales. Algunos se preguntan en voz alta si éste era el mismo hombre que fue festejado solamente hacía unos pocos días sobre una alfombra de hojas de palma. “¡Cuánto puede suceder en siete días!”, comentan

Es mucho lo que puede suceder en sólo un día.

Sólo pregúntele a María. ¿Quién podría haber convencido ayer a esta madre que el día de hoy se encontraría a unos pocos metros del rasgado cuerpo de su hijo? ¿Quién podría haber convencido a Juan el jueves que estaba sólo a veinticuatro horas de ungir el cadáver de su héroe? ¿Y a Pilato? ¿Quién podría haberlo convencido de que estaba cerca de pasar el juicio del Hijo de Dios?

Es mucho lo que puede suceder en veinticuatro horas.

Pedro puede decirles. Si usted le hubiera dicho ayer a este orgulloso y devoto discípulo que esta mañana lo encontraría en el pozo de la culpa y de la vergüenza, él le habría proclamado su lealtad. Los otros diez apóstoles pueden contarles. Para ellos esas mismas veinticuatro horas les trajeron tanta ostentación como traición. Y Judas… ¡Oh, digno de lástima Judas! Ayer él era determinado y desafiante. Esta mañana está muerto, ahorcado con su propio cinturón. Su cuerpo balanceante eclipsa el sol de la mañana. Nadie ha quedado indemne. Nadie.

La inmensidad de la ejecución del Nazareno hace imposible olvidar. ¿Ven a las mujeres discutiendo en la esquina? Se dice que el sujeto es el Nazareno. ¿Aquellas dos mujeres en el mercado? Están dando su opinión sobre el autoproclamado Mesías. ¿Los incontables peregrinos que entran a Jerusalén para la pascua? Ellos regresarán a casa con una historia del “Maestro que se levantó de los muertos”. Cada uno tendrá su opinión. Cada uno está escogiendo un lado. Ustedes no pueden ser neutrales en un asunto como éste. ¿Apatía? No esta vez. Es un lado o el otro. Todos tienen que escoger. Y escogieron.

Por cada solapado Caifás había un atrevido Nicodemo. Por cada cínico Herodes había un cuestionado Pilato. Por cada ladrón bocón había alguien buscando la verdad. Por cada renegado Judas había un fiel Juan.

Había algo sobre la crucifixión que hacía que cada testigo diera un paso, o hacia ella, o alejándose de ella. Simultáneamente, la crucifixión atraía y repelía.

Y ahora, dos mil años más tarde, es lo mismo. Es la línea divisoria de vertientes de agua. Es como la guerra de Irak. Y usted está, ya sea de un lado o del otro. Se demanda una elección. Podemos hacer lo que queremos con la cruz. Podemos examinar su historia. Podemos estudiar su teología. Podemos reflexionar sobre sus profecías. Sin embargo, la única cosa que no podemos hacer es quedarnos en neutro. Ninguna cerca es permitida. La Cruz, en su absurdo esplendor, no permite eso. Eso es un lujo que Dios, en su tremenda misericordia, no permite.

¿De qué lado está usted?

Alvaro Serna M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario