martes, 1 de febrero de 2011

“UN HOMBRE SUPERIOR AL INFORTUNIO”

He aquí a un joven de veintidós  años, condueño de un negocio, en el cual fracasa y le queda demostrado que es mucho más fácil fracasar que triunfar.
Intenta nuevamente, ha logrado en dos años de gran esfuerzo reunir una pequeña suma que le bastará nuevamente para probar su fortuna, ahora con un poco de experiencia, intentará no caer en los mismos errores, pero ahora por culpa de su socio los lleva a ambos a la quiebra.
Pasan otros dos años y consigue un nuevo socio para comenzar otra vez, pero éste es un bebedor adicto, y este joven va viendo como se desvanecen sus esperanzas de triunfar y salir adelante. El negocio está abrumado por las deudas y los socios deciden  buscar quien les compre. Antes de cualquier compra muere el socio del joven, y queda como único responsable de todo el pasivo del negocio.
Le sería muy fácil declararse en quiebra y así no pagar, pero con ánimo resuelto decide cancelar hasta el último centavo y lo logra el día en que cumple ya treinta y nueve años de vida.
Cómo si fuera poco, y después de irse recuperando de estos fracasos, le llega un golpe más cruel, directo al corazón, una herida de la cual difícilmente sanará: la mujer que ha sido el grande, el verdadero amor de su vida, baja al sepulcro, en cuya tierra siente él, dejar enterrada para siempre su alegría de la vida.
La vida es tediosa, ansía el reposo eterno de la muerte y para evitar la locura debe irse quinientos kilómetros de allí, a la casa paterna, en busca de alivio a la perenne melancolía que amenaza ya acabar con su razón.
Transcurren diez años, y creyendo que puede entrar a la política, un grupo de amigos lo animan para enviarlo al Congreso y sale electo y después de dos breves períodos de sesiones, los electores le niegan sus votos cuando presenta de nuevo su candidatura. Pasa en triste oscuridad, otros nueve años. Pero quienes lo conocen creen que debe ser candidato a Senador. Pero en la Convención de su partido, amenaza la división y pensando en que no sucediera eso, designan en reemplazo suyo a un amigo.
Dos años después vuelve a la plaza pública, el rival es de grandes debates públicos y de gran popularidad, de fácil palabra y muy entrenado en las luchas electorales. Y por supuesto pierde ante el afortunado rival. Esto sucede cuando ha cumplido ya cincuenta años. ¡Medio siglo de vida durante no le ha sonreído el éxito por ninguna parte y ni una vez tan siquiera¡
A los dos años de aquella espantosa y abrumadora derrota, el hombre que durante su ya larga vida ha sufrido tantas derrotas, ve llegar el triunfo que compensa todos sus fracasos: ¡Ha salido electo Presidente de los Estados Unidos!
La historia que acabo de relatar es la de Abraham Lincoln, uno de mis personajes favoritos, admirados desde mi juventud. La he traído para estimular y confortar a aquellos que en el primer fracaso, desisten de seguir luchando por sus sueños, piensan que el primer escollo les niega la oportunidad para alcanzar lo que tienen propuesto en la vida. Debemos aprender a luchar y no desistir, los fracasos no son fracasos, sino experiencias que nos van enseñando el camino para lograr lo que deseamos alcanzar. Nuestros sueños no pueden sepultarse en el primer fracaso, debemos de seguir caminando y aprendiendo pues llegará el día de ver logrados esos sueños.
Termino, con las palabras de otro gran hombre de la historia: el apóstol Pablo, después de una vida de grandes trabajos dejó escritas las siguientes palabras: “No que lo haya alcanzado, ya ni que sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo,[…] prosigo a la meta, al premio llamamiento de Dios en Cristo Jesús” Filipenses. 3:12-14

Alvaro Serna M



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