martes, 1 de febrero de 2011

EL CALOR DE HOGAR
La diferencia entre una casa y un hogar es “el calor”.  Muchos pueden tener una casa, con muebles, electrodomésticos, cuadros y un sinfín de artículos que adornen las paredes y llenen todos los espacios posibles de la casa, pero no puede haber calor. Los habitantes de esta casa, pueden llegar, conversar, comer, y hasta dormir en compañía o individualmente pero no puede haber calor. La casa puede ser muy lujosa y exclusiva, pero no puede haber calor. Puede ser la casa anhelada por toda la vida, pero no hay calor. O puede ser la casa recibida como herencia, pero no hay calor.
Un hogar en cambio, está constituido por una casa, unos muebles, electrodomésticos, cuadros y personas y todo lo que le quieras colocar Pero lo que hace la diferencia es el “calor de hogar”, de una madre, una esposa, unos hijos, unos sobrinos y unos nietos, en fin las personas que viven en ese hogar. Las conversaciones tienen “sabor”, los chistes hacen reír con gusto, se siente que los alimentos son preparados por el mejor Chef, las caricias tan oportunas acercan a escuchar el lenguaje del corazón, que solo lo saben aquellos que logran amar sin temor. Lo poco o lo mucho que se comparte es de satisfacción para los que viven allí. Las intervenciones de los miembros de este hogar, sus ocurrencias o interrupciones son atendidas. Las miradas son miradas de amor, de apoyo y complacencia. Allí se aprende lo que nunca se olvidará jamás. Y cuando se juega, se juega con gusto sin competencia malsana o envidiosa sino para cumplir el propósito del juego: diversión y risa. Todo esto imana un “calor de hogar”, que sólo cuando se vive en un hogar, se puede sentir.
Cuando pienso en “calor de hogar”, me traslado a un hogar de Nazaret, a una familia compuesta de una sencilla pero virtuosa mujer llamada María, el esposo de oficio carpintero llamado José y un hijo llamado Jesús, aprendiendo el oficio de su padre, compartiendo todos los días, durante treinta años “el calor de hogar”. Nada diferente de muchas casas de las del pueblo, pero sí un hogar diferente. Sencillo, alegre, tranquilo, inspirador, creyentes en Dios, agradecidos de  compartir el “calor de hogar”
Quisiera que reflexionáramos acerca de esto hoy. Pues el mundo en que vivimos, a veces no nos permite dar ni recibir este “calor de hogar”. Detengámonos, no permitamos que el acelere de la vida que nos toca vivir, nos haga perder lo que no se encuentra sino solo en el hogar: “calor de hogar”. Bendigo y agradezco a Dios, porque con su ayuda y la de mi esposa e hijas, yerno y nieta, sabemos lo que es “calor de hogar” y me siento contento de poder compartirle, esta bendición que me ha tocado vivir hasta hoy.
Alvaro Serna M

No hay comentarios:

Publicar un comentario