lunes, 6 de diciembre de 2010

Si ayudamos a cambiar una VIDA, cambiará el MUNDO


Si ayudamos a cambiar una VIDA, cambiará el MUNDO.

El día que vio a Iván montado en su bicicleta, bien arreglado, camino de su trabajo, comprendió por fin que su labor de hablarles a todos de Jesucristo, rendía resultados. En ese muchacho, otrora consumidor de droga y quien no desperdiciaba oportunidad para robar o causar daño, veía cómo se podía contribuir a cambiar el mundo.

--Sinceramente vale la pena aunque sea regalarle un tratado evangelístico a alguien o incluso, decirle un “Cristo te ama”--, comentó con su esposa mientras revolvía despacio el azúcar en un vaso con chocolate.—Vi hoy a Iván.  Iba a trabajar. Y me alegró muchísimo…--


--Ya ves que no te puedes dar por vencido tan fácil—le dijo ella, acariciando su mano--. El otro día no querías ni volver a la iglesia…--

Los dos rieron porque recordaban el domingo en que no se quiso levantar de la cama. “No voy más a la iglesia. No tiene sentido nada de lo que hago…”, dijo y volvió la espalda, arrellanándose en los mullidos cobertores.

Hoy el panorama era distinto. Un muchacho ya no andaba más en la droga. Jesucristo lo había hecho libre y él, era quien le había predicado.

Los dos rieron de buena gana, mientras que los niños en una habitación continua comenzaban la nueva jornada de algarabía y juegos…

¿Ha pensado en su comisión?

Usted y yo somos clave en la extensión del Reino de Dios. Somos las manos, los labios y el corazón de Dios. Él obra a través nuestro.

El amado Salvador delegó en nosotros la Gran Comisión, y para ejercerla, nos dio autoridad. Él dijo a sus discípulos y a nosotros hoy: “Les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas  nuevas a toda criatura.  El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud.>>”(Marcos 16.15-18. Nueva Versión Internacional)

Ese poder de Dios, lo ponemos en evidencia por fe. Cuando nos paramos frente a un endemoniado o tenemos evidencia de un ataque directo de Satanás, le ponemos de manifiesto nuestra autoridad. Es fe. Tener la certeza de que Dios la proveyó para usted y para mi, para hacer más eficaz nuestro desenvolvimiento como Guerreros Espirituales.

Cada vez que compartimos a alguien de Cristo, estamos llevando almas al Reino de Dios. En otras palabras, recobramos el terreno que el Adversario nos robó por el pecado del género humano. Es tiempo de llevar libertad a los cautivos.



   Triunfando

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