martes, 7 de junio de 2011

TUS PECADOS SON PERDONADOS


Jesús se conmovió por esta demostración de fe. Cuatro hombres tenían suficiente esperanza en Él y amor por su amigo que se arriesgaron. La camilla arriba era una señal de arriba; ¡alguien cree! Alguien estuvo dispuesto a arriesgar vergüenza y perjuicio por estar unos minutos con el Galileo.

Jesús se conmovió. Entonces aplaudió; si no, con sus manos, por lo menos con su corazón. Y no solo aplaude, sino bendice. Y somos testigos de una explosión de amor.

Los amigos quieren que sane a su amigo. Pero Jesús no se conforma con una simple sanidad del cuerpo, Él quiere sanar el alma. Él pasa por algo lo físico y trata con lo espiritual. Sanar el cuerpo es temporal; la sanidad del ama es eterna.

La petición de los amigos es válida, pero tímida. Las expectativas de la multitud son elevadas pero no lo suficiente. Ellos esperan que Jesús diga: “Te sano”. En vez de: “Te perdono”. Ellos esperan que sane el cuerpo, porque eso es lo que ven.

Él elige tratar no solo el cuerpo, sino también lo espiritual, porque eso es lo que Él ve. Ellos quieren que Jesús le dé un cuerpo nuevo al hombre para que pueda caminar. Jesús le da gracia para que pueda vivir.

Asombroso. Algunas veces Dios está tan conmovido por lo que ve que nos da lo que necesitamos y no simplemente lo que pedimos. A propósito, Jesús no ha cambiado desde el día que una camilla fue bajada en su presencia con las cuerdas de la esperanza.

Lo que sucedió entonces todavía sucede ahora. Cuando damos un paso de fe, Dios ve. La misma cara que sonrió al paralítico, sonríe al alcohólico que rehúsa la botella. Los mismos ojos que brillaron ante los amigos, brillan ante la madre y el padre que harán lo que sea para llevar a su hijo a Jesús. Y los mismos labios que hablaron al hombre en Capernaúm hablan al hombre en Detroit, a la mujer en Belfast, niño en Moscú… a cualquier persona en cualquier parte que se atreva a venir a la presencia de Dios y pedirle ayuda.

Y aunque no podemos oírlo aquí, los ángeles los pueden oír. Todo el cielo debe hacer una pausa cuando otra explosión de amor declare las únicas palabras que verdaderamente importan: “Tus pecados son perdonados”.

Alvaro Serna M.

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