martes, 17 de mayo de 2011

CASTILLO DEL REMORDIMIENTO

"Castillo del Remordimiento"

     Sara era rica. Había heredado veinte millones de dólares. Y además, tenía un ingreso adicional de mil dólares diarios. Ese es un montón de dinero en cualquier época, pero era una suma inmensa a finales del siglo XIX.

     Sara era bien conocida. Ningún evento social estaba completo si ella faltaba. Nadie hacía una fiesta sin invitarla. Sara tenía poder. Su nombre y su dinero podían abrir casi cualquiera puerta en los Estados Unidos. Las universidades buscaban sus donaciones. Los políticos clamaban su apoyo. Las organizaciones corrían tras su respaldo.

     Sara era rica. Bien conocida. Poderosa. Y miserable. Su única hija había muerto a las cinco semanas de nacida. Luego, también murió su esposo. Se quedó sola con su nombre, su dinero, sus recuerdos… y su sentimiento de culpa. Una pasión por hacer una penitencia la llevó a San José, California. Su pasado mantenía preso a su presente y ella anhelaba ser libre. Se compró una casa de campo de ocho cuartos en una propiedad de cientos sesenta acres. Contrató a dieciséis carpinteros y los puso a trabajar. Durante los siguientes treinta y ocho años, los carpinteros trabajaron día tras día, veinticuatro horas al día, para construir una mansión.

     La gente que sabía del proyecto se sentía intrigada. Las instrucciones de Sara eran más excéntricas…eran misteriosas. El diseño tenía un toque macabro.
·         Cada ventana tenía que tener 13 vidrios
·         Cada pared 13 paneles
·         Ropero 13 ganchos
·         Candelabro 13 esperas
·         El piso era terriblemente sádico
·         Los corredores Las puertas
·         Las escaleras
·         Escotillas
·         Pasadizos secretos
·         Túneles.

     Esta no era la casa en la que Sara pensaba vivir en el futuro; era un castillo para su pasado. La construcción de eta misteriosa mansión sólo terminó cuando Sara murió. La propiedad terminada se extendía en seis acres de terreno. ¿Para qué quería Sara un castillo así? ¿No vivía sola? Bueno, “algo así” contestarían quienes estaban familiarizados con su historia. “Estaban los visitantes…” Y los visitantes venían todas las noches.

     Dice la leyenda que cada día a la medianoche, un criado recorría el laberinto secreto que conducía al campanario. Hacía sonar las campanas para reunir a los espíritus. Sara, entonces, entraba en el “salón azul”, un cuarte reservado para ella y sus visitantes nocturnos. Allí permanecían juntos hasta las dos de la mañana, hora en que las campanas volvían a tocar. Sara entonces regresaba a sus aposentos y los fantasmas volvían a sus tumbas. ¿Quiénes formaban esa legión de fantasmas? Indios y soldados muertos en la guerra civil. Habían muerto por las balas que salían del rifle más popular de los Estados Unidos: el Winchester. Lo que le había producido millones de dólares a Sara Winchester, había producido la muerte de ellos.

     Así, ella pasó el resto de su vida en un castillo de remordimientos, una especie de hogar para los muertos. Si usted lo desea, puede visitarlo. Pero para ver lo que un remordimiento puede hacer en una persona no tiene que ir a la mansión de Winchester. En su ciudad hay personas convidas presas de un sentimiento de culpa. En su vecindario hay personas cuyos corazones viven atormentados por el fracaso. Por las calles, o los salones, caminan muchas personas atormentas.

     Pablo escribió, una “tristeza del mundo” que “produce muerte”. Un sentimiento de culpa que mata. Una tristeza que es fatal. Un remordimiento maligno que es mortal. ¿Cuántas Sara Winchester conoce? ¿Cuán lejos tiene que ir para encontrar almas atrapadas por fantasmas del pasado? Seguramente no mucho.

    Quizás la historia de Sara sea su historia personal. Porque en las horas de penumbra durante la noche oscura de la tempestad, hay una historia de gracia. Es la historia de Pedro: reconoce la voz del Maestro… ve el rostro del Maestro… busca seguridad en medio de la tormenta.

     Hay también otra historia de Pedro. Oye el silbido del viento… ve la lluvia torrencial… se hunde en el mar. Pero, sobre todo, está la historia de Jesús. Es la historia de Dios extendiendo sus manos en medio del mar tormentoso. Es la respuesta a la pregunta que cada persona se hace. “¿Qué hace Dios cuando le fallo?” Las respuestas a preguntas de culpabilidad no se encuentran en una nueva casa. La respuesta se encuentra en el fundamento de la que ya tiene.

Alvaro Serna M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario