“Yo pasé muchos años en gulags soviéticos”, (Campo de prisión) comenzó la carta escrita a mano. El texto era claro, pero mostraba la evidencia de un pequeño temblor en la mano, un reconocimiento de edad avanzada y años en la cárcel.
“En el campamento me obligaron a trabajar bajo tierra en una mina. El trabajo era duro y nuestros guardias no tenían misericordia ni decoro humano. Un día, en la mina, hubo un accidente. Me lastimé la espalda y desde ese día he sido un jorobado.
En cierta ocasión, continuaba la carta, “había un niño que no podía dejar de mirarme. “Señor”, preguntó, “¿qué tiene en su espalda?”
Yo estaba seguro que venía alguna burla cruel acerca de mí, pero aun así dije: “¡Una joroba!”
El niño sonrió con afecto. “No”, dijo él, “Dios es amor. El no le da a nadie deformidades. Eso que usted tiene no es una joroba; es una caja debajo de sus hombros. Escondidas dentro de la caja hay alas de ángeles. Un día, la caja se abrirá y usted volará al cielo con sus alas de ángeles”. Yo comencé a llorar de gozo. “Mientras le escribo, estoy llorando”.
Muchos cristianos perseguidos llevan las marcas de su experiencia sobre sus cuerpos. Algunas veces Dios les tiene que recordar, aun a través de la voz de un niño inocente, las bendiciones ocultas detrás de esas cicatrices.
Solo hay un recuerdo de la tierra en el cielo. ¡Jesús! El aun en su cuerpo de gloria resucitado, lleva las cicatrices de su propia persecución. Jesús mostró sus cicatrices a los discípulos poco después de su resurrección. Tomás tocó la herida en su costado y las cicatrices en sus manos. Un día, sus manos con cicatrices de clavos nos abrazarán a nosotros cuando entremos al cielo. Servirán como un recuerdo amoroso de las bendiciones que resultaron de su sufrimiento. Y las cicatrices de nuestras vidas se borrarán de nuestros cuerpos celestiales. Los que han soportado sufrimientos, insultos e injusticias por causa de El cambiarán sus cicatrices, una por una, por las bendiciones más abundantes de Dios.
Recuerda: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Rom. 8:28
Alvaro Serna Morales
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