jueves, 14 de abril de 2011

Clasificados Singulares


 Vivía la vida apáticamente, en una aldea dormida en las afueras de Roma, Italia, junto con sus libros y siete gatos. Su esposa había muerto hacía 12 años, y su única hija trabajaba en Afganistán. Su vida tenía un ritmo sórdido, rara vez se aventuraba a salir o hablar con otras personas. Era una vida incolora, gris y solitaria. Y el día, que decidió hacer algo, Giogio Angelozzi se ofreció en adopción. Como lo oye: aquel octogenario publicó un clasificado en el mayor diario de Italia: “Busco familia necesitada de un abuelo. Aportaré 500 euros mensuales a una familia dispuesta a adoptarme”.

Aquel anuncio cambio su vida.

El periódico publicó un reportaje de primera plana sobre él. Las preguntas llovieron de varios lugares. De la noche a la mañana Angelozzi se convirtió en una celebridad. Pasó de tener tiempo de sobra, a apenas tener tiempo para atender entrevistas y peticiones.
Una estrella de la música pop respondió. Un millonario le ofreció sirvientes y una villa junto al mar. Pero entre todas las cartas, explicó Angelozzi, una se destacaba, porque venía firmada por todos los miembros de la familia: padre, madre, hermana y hermano. Las informaciones más recientes cuentan que se estableció felizmente con ellos en el apartamento de la planta baja, dando paseos por el jardín, ayudando a lavar los platos y otras tareas. “No pude haber elegido mejor”, dice. “Quizás fue suerte o quizás fue que Dios me andaba buscando, no sé… pero supe enseguida que había encontrado mi nuevo hogar”.

El otro anuncio: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (1). Un anuncio que interesa o no, dependiendo de quién lo lea y la situación que esté viviendo. Dios es el autor de la vida, no de la soledad. Al comenzar el mundo dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (2). De vez en cuando es buena la soledad, para reflexionar sobre nosotros mismos, pero ¿toda la vida? De ninguna manera. La mayoría de nosotros conocemos el lenguaje de la soledad: Saben mi nombre pero no conocen mi corazón. Han visto mi rostro, pero no mis sentimientos. Tengo un número de identificación pero no una alma gemela.

Nadie me necesita. Mi esposa ya no me necesita. Mis hijos me necesitaron. Mis amigos, me han olvidado. La gente solitaria lucha contra la sensación de sentirse insignificante y sin valor. ¿Qué hacen algunos en tales situaciones? Algunos se mantienen ocupados. Otros permanecer embriagados. Algunos intentan viajar todo el tiempo. Otros pagan un compañero sexual. Algunos buscan la ayuda de un profesional, de un psicólogo o psiquiatra. Sólo unos pocos buscan a Dios.

Él invita a todos los insignificantes y solitarios.  Su tratamiento para esta dolencia no le conducirá a un bar ni a un chat de citas, a buscar esposa por internet o afiliarse a un club social. 

No “Dios con los ricos” ni, “Dios con los religiosos”. Sino “Dios con nosotros”. Todos nosotros: Colombianos, alemanes, rusos, católicos, religiosos, mujeres, hombres, camioneros, taxistas. “Dios con nosotros”. “Dios con nosotros”.

“¿Vas a ir conmigo?” le preguntamos. “¿A la tienda, al hospital, por lo que dure mi vida?” El responde afirmativamente. “Yo estoy con vosotros todos los días” (3). Si buscas restricciones en esta promesa no las hallarás. No encontrará nada como: “Estoy contigo si te portas bien… cuando creas en mí. Estaré contigo los domingos en la adoración…” No, no hay nada de eso. No hay condiciones escondidas en la promesa divina del “con”. “Él está con nosotros”.

Dios el Padre envió algo más que milagros y mensajes. Envió a su Hijo.  Y Jesús:
Conoce el dolor. Sus hermanos le llamaron loco.
Conoce el hambre. Sintió su estómago vacío.
Conoce el agotamiento. Rendido de sueño, duerme en una barca remecida por la tormenta.
Conoce la traición.  
A Judas le dedicó tres años de amor. Judas, en pago, dio el beso del traidor.
Y más que todo, El conoce el pecado. Claro que no el propio. Pero conoce los suyos:
Todas las mentiras que ha dicho.
Todas las personas a quienes ha herido o engañado.
Todas las monedas que ha robado.
Todas las promesas que ha roto.
Todas las virtudes que ha abandonado.
Todas las oportunidades que ha desperdiciado.
Cada acto suyo El lo conoce mejor que usted.

El corazón solitario de Giogio Angelozzi le empujó a buscar un hogar. Y lo encontró. Desafortunadamente, ese hogar no será eterno. Pero el suyo sí lo será. Más allá de la tumba le espera el lugar que Él se fue a preparar para usted “…voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Juan 14:6. Usted nació para ser salvo. Y Jesús vino para salvarlo. ¿Lo puedes creer? Invítalo a tu corazón, invítalo a que dirija tu vida y vivirás la vida que has deseado y soñado.

¿Te sientes solo? Él está contigo.
¿Te sientes agotado? Él te da nuevas fuerzas.
¿Te sientes enfermo? Él tiene el poder para sanarte.
¿Te sientes desesperado? Él te da paz y esperanza.

Él es “Dios con nosotros”. ¡Dios contigo!

1.    Juan. 10:10
2.    Génesis. 2:18
3.    Mateo. 28:20
Alvaro Serna Morales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario